En nuestro planeta existen varios componentes naturales que se les ha demeritado por su “baja presencia” en nuestro día a día, o al menos eso creemos, y ese es el caso de aquellos 2 extremos que de la Tierra depende, que, muchas veces cuando no tenemos en mente la relevancia que tienen, no alcanzamos a percibir lo importante que son para nuestra vida, como el mantener un balance natural de niveles de agua o literalmente que nuestros sistemas de control de temperatura dependen de ellos, pues al tener una masa de hielo sana en extensión y profundidad, sirven para que el planeta no absorba la cantidad e intensidad de rayos y calor del sol, así como mantener un buen nivel de los niveles del mar, que también dependen no solo nosotros, sino cientos de especies de flora y fauna.
Existen datos cada vez más preocupantes, como la reciente temperatura record o jamás registrada en la Antártida, siendo de 34 °C, registrada durante enero de este año. Dicha temperatura fue medida mediante sensores adheridos a piedras en bahía Fildes, Isla Rey Jorge en la zona rocosa y costera de la Antártica. Estos aparatos son parte de "Pole to Pole Marine Biodiversity Observation Network of the Americas", un gran proyecto y colaboración internacional en el que más de 30 científicos realizan una constante recopilación de información en diversas costas del continente americano, con el fin de estudiar la biodiversidad marina.
Tristemente estos picos no son recientes, pero ahora tenemos records nada deseables. La temperatura de la Tierra ha aumentado 0.08 °C por década desde 1880 y la tasa de calentamiento en los últimos 40 años es más del doble: 0.18 °C por década desde 1981. Los 10 años más cálidos registrados han ocurrido desde 2005. De 1900 a 1980 se estableció un nuevo récord de temperatura en promedio cada 13.5 años, y de 1981 a 2019, se estableció un nuevo récord cada 3 años.
El incremento y atención de acción del Foro Económico Mundial, en donde enfocan el hecho de que la temperatura empieza a tener impactos más preocupantes, reportan el suceso del derretimiento del iceberg más grande del planeta, justo el año pasado que incluso todavía los científicos siguen calculando el daño. El “megaberg” conocido como “A68”, se despegó de la Antártica en 2017, inicialmente medía 6,0000 Km2, como referencia 8 veces el tamaño de la Ciudad de Nueva York, conteniendo un billón de toneladas de hielo. En ese momento los científicos tenían la esperanza que se llevaría 10 años en derretir, pero sorprendentemente esto sucedió en menos de 4 años. A raíz de esto los investigadores científicos de la Universidad de Leeds están dimensionando el impacto y costo ambiental real.
En su punto máximo de derretimiento, el iceberg estaba liberando 1,500 millones de toneladas de agua dulce al mar todos los días, esta cantidad de agua es equivalente a 150 veces el consumo de Inglaterra por día. Toda esta agua dulce tiene el poder de alterar las corrientes oceánicas. El iceberg también depositó hierro, minerales y materia orgánica, alterando los ecosistemas oceánicos. A su paso, el equipo ha detectado un cambio en la flora y especies de fitoplancton, que son algas microscópicas que juegan un papel vital en la absorción de CO2.
La tendencia consistente de calor adicional está provocando temperaturas extremas por región y estaciones, además de despegar icebergs, reduce la capa de hielo y nieve marina que provoca lluvias más intensas, hábitats no aptos para flora y fauna, provocando un desbalance, llegando a una situación de polos no sostenibles, donde las áreas terrestres se han calentado más rápido que los océanos y el Ártico está subiendo su temperatura a un ritmo más alto que el resto del planeta.
El nivel de calentamiento que tendrá el planeta dependerá de la cantidad de emisiones y gases de efecto invernadero que se generan las siguientes décadas y es clave revertir la tendencia los siguientes 10 años. La actividad humana es como un drenaje abierto al cielo que arroja combustibles fósiles, entre otras prácticas equivalentes a 11,000 millones de toneladas métricas de carbono a la atmósfera por año.
Vivimos en un ciclo natural donde existen relaciones indisolubles, cadenas inevitables e inseparables que un agente tiene el poder de marcar a otro(s), por ende ante retos tan grandes se necesitan compromisos grandes, y uno de ellos es la reducción de emisiones como en la pasada COP26, pero realmente para lograr la escala de iniciativas e inversión requerimos subir la barra de ambición de las metas actuales, así como asegurar el medir los avances en función de metas que debemos lograr en el 2030, el tiempo ya no es mucho pero las acciones sí y es clave sumar esfuerzo multisectoriales de TODOS los países y ámbito e industrias, en estos temas no existe competencia, debemos tener un esfuerzo común a favor de nuestro planeta, lugar que todos compartimos.
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