Ambiente y negocios son dos términos que definitivamente acompañados no suenan bien. Las numerosas historias de explotación a la tierra, derrames de petroleo, tala indiscriminada de árboles que dieron la bienvenida a la modernidad, nos han demostrado la nula consciencia del sector empresarial con el medio ambiente.
Relatos que suenan a tiempos pasados, de aquellos errores propios de la revolución industrial. Casos que al día de hoy ya no deberían existir porque las leyes ambientales internacionales y locales según cada país suponen una regularización adecuada de la actividad productiva.
Pues la verdadera situación del medio ambiente es que hasta este año 2022, hay fábricas que continúan operando sin un control técnico de las emisiones de gases de efecto invernadero, la gestión de sus residuos o la obtención de permisos básicos de funcionamiento.
Parecería que estas empresas sin conciencia ambiental tienen ventajas que nadie ve porque las autoridades aún no las han cerrado o no han pagado las multas que les corresponden, pero esto es FALSO. No tienen ventajas, no gastan menos y tampoco quedan en la impunidad aunque ellos así lo crean.
Todo es cuestión de tiempo. Tiempo que le cuesta al planeta, a las poblaciones vulnerables, a los ecosistemas frágiles, a las siguientes generaciones.
Sin embargo, hay un camino estratégico y rápido que viene del poder del consumidor.
Los consumidores dejan de comprar a marcas negativas con su responsabilidad socio ambiental o empreden campañas digitales para mostrar sus operaciones internas de malas practicas ambientales.
Hashtags, retos de tick tock, videos virales o número de veces compartido de una publicación son hoy en día las tendencias traducidas a cifras a los que se enfrentan los empresarios. Más allá del dinero que una compañía invierta en su publicidad, las voces de los consumidores son las que actualmente tienen el poder de influencia para cambiar la trayectoria financiera de las empresas. Por supuesto gracias a los avances tecnológicos que proliferan la opinión individual a decisiones de compra basadas en algo mucho más importante que la calidad o el precio.
De acuerdo a un estudio realizado por la consultora Accenture, el 62% de los compradores en todo el mundo quieren que las empresas tomen posición sobre temas ambientales relacionados a su razón social. No a actividades extracurriculares que les haga salir de su propuesta en el mercado, como lindas campañas de reforestación o reciclaje, cuando en su quehacer diario ensucian el agua o contaminan el aire.
Este estudio muestra como el 47% de los encuestados dice marcar distancia con los negocios que le causan decepción al no actuar en coherencia con sus responsabilidades ambientales, mientras que el 18% nunca vuelve a confiar.
Entonces, ¿en qué consiste la satisfacción total de un cliente? Es obvio que el producto debe responder a los criterios de calidad, valor y rendimiento que el cliente espera, y además superar a los que ofrece la competencia. Sin embargo, la excelencia en estas variables es tan solo es solo el primer paso.
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