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Comunidad y Desarrollo

Comunidad y Desarrollo

Desde la composición humana, nos queda claro que los “sistemas” forman parte de nuestra existencia y son vitales para sobrevivir. El cuerpo humano, en más de una ocasión ha sido catalogado como la “máquina perfecta”, puesto que tiene un nivel de sincronización increíble. Sin embargo, el tema no termina allí, pues además de la sincronización interna el ser humano desde
que nace se incorpora (generalmente) a un sistema conocido como familia, y también a una comunidad, y a su vez a una sociedad.


Como podemos ver desde la célula más pequeña hasta el universo y las constelaciones, todo está organizado a través de sistemas, y esto es algo para reflexionar cuanto constituimos una nueva organización. En muchos de los casos las empresas tienden a mirar hacia fuera únicamente a “clientes y proveedores”; dejando de lado a la comunidad de la que forman parte.


Pero… ¿A qué llamamos comunidad? Bueno, comúnmente este término se asocia a un conjunto de personas que radican en determinada área geográfica. Sin embargo, en los últimos años se ha hecho énfasis en otros elementos, por ejemplo, Jariego (2004) nos dice que también podemos definir una comunidad basándonos en las relaciones interpersonales (y en el sentido de
pertenencia resultante), más allá de las restricciones geográficas.


Cuando una organización surge, pasa a ser miembro de la comunidad, o de diversas comunidades, por ejemplo, forma parte de las empresas del sector “x”, pertenece a las compañías de la zona “y”, etc.

Las comunidades tienen características desde el ámbito psicológico y social muy importantes como podemos ubicar en “Componentes del sentido de comunidad: el modelo de McMillan y Chavis”, donde nos enlistan: pertenencia, influencia, integración y satisfacción de necesidades, además de conexión emocional compartida como los elementos más importantes que integran una comunidad.


Estos elementos los podemos revisar, por ejemplo, cuando (Florin y Stevenson, 1999; Rapley y Pretty, 1999) por un hecho externo se subraya la interdependencia de la gente, como es el caso de un desastre natural. En México, en 2017 tuvimos un sismo que afecto Ciudad de México, Morelos, Puebla, Estado de México, Guerrero y Oaxaca dejando un saldo de 369 personas fallecidas, 8 inmuebles totalmente colapsados y 5,765 viviendas dañadas; estas últimas pérdidas materiales solo en la Ciudad de México.


Ante este difícil suceso, la solidaridad de las empresas se manifestó a través de donaciones económicas, en especie, servicios y demás formas de apoyo. Sin duda, fue un gesto muy importante para la comunidad, pues se tuvo sentido de pertenencia, integración y conexión emocional.


Sin embargo, este es solo un ejemplo de estos elementos y de cómo las empresas forman parte de la comunidad. La responsabilidad social va más allá de donaciones o campañas de apoyo, pues busca construir capital social y detonar cadenas de bienestar y desarrollo.


En la actualidad (Ocampo, 2003) existe un debate intelectual sobre la agenda del desarrollo, que, por una parte, busca un nuevo equilibrio entre el mercado y el interés público; y por otra la concepción de las políticas públicas como formas de acción en favor de objetivos de interés común, que no se limitan a las acciones estatales. Es decir, no es suficiente con hacer programas sociales, si no se busca un impacto en el ámbito económico, en la regulación comercial y en la interacción entre las empresas y la sociedad.


En “Equidad, desarrollo y ciudadanía” (2000) la CEPAL menciona la necesidad de abordar la estabilidad macroeconómica, la revaluación de las estrategias de desarrollo productivo y el mejoramiento de los encadenamientos entre desarrollo económico y social, así como el fortalecimiento de la ciudadanía. Por ejemplo, la inversión social, puede impulsar el desarrollo local
impactando directamente en el desarrollo económico y social; invertir en el fortalecimiento y potenciación del capital social comunitario permitiría contribuir a hacer más eficaces los programas de microempresas o de producción campesina (Ocampo, 2003).


El desarrollo social y económico están estrechamente ligados, y para ello es importante empezar en lo local, la comunidad es geográfica y estratégicamente el primer aliado comercial que debemos buscar, pues nos implicaría disminuir costos y aumentar riqueza, misma que después llega a la empresa en forma de consumo.


Muchos de los actuales modelos de negocios, reproducen círculos viciosos de exclusión y pobreza, pues la gente en las comunidades no tiene ingreso ni crecimiento económico y llegan empresas que tampoco les permiten desarrollarse y capacitarse, perpetuando así su situación (Ocampo, 2003). Sin duda, estamos en un momento clave para transformar la concepción que tenemos del vínculo entre comunidad y empresas.


Referencias


● Durston, J. (2000). ¿Qué es el capital social comunitario? Cepal.
● Jariego, I. M. (2004). Sentido de comunidad y potenciación comunitaria. Apuntes de psicología, 22(2), 187-211.
● Ocampo, J. A. (2003). Capital social y agenda del desarrollo. Capital social y reducción de la pobreza en América Latina y el Caribe: en busca de un nuevo, 25

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Por: Dr. Francisco Suárez Hernández. Director de Asuntos Públicos y Relaciones Estratégicas FEMSA y Asuntos Corporativos Negocios Estratégicos y División Salud. Ex Presidente del Consejo del World Environment Center.
Correo electrónico: francisco.suarezh@gmail.com

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