Estamos viviendo una época de grandes contrastes como posiblemente no se
había dado en la historia de la humanidad, y existen dos claros ejemplos que son
relativamente evidentes, siendo esto de lo que vamos a hablar ahora.
Por un lado, se está observando que la población adulta o mayor está creciendo
con una gran rapidez; Muestra de ello es el comportamiento de la edad mediana
en Estados Unidos, que alcanzó un máximo histórico de 38.9 al cierre del 2022,
según datos publicados por la Oficina del Censo.
Lo anterior se refleja en el envejecimiento que ha tenido un rápido aumento; en
1980 la edad mediana era de 30 años y en el año 2000 era de 35.
Esto va en concordancia con los nuevos datos existentes, de que al igual que
muchas naciones europeas y asiáticas, Estados Unidos está envejeciendo, lo que
plantea desafíos para la fuerza laboral, la economía y los programas sociales
principalmente.
Esto va con lo que se define como la noticia más importante de los últimos 200
años: “el aumento de la población mundial comienza a declinar”. Rozamos como
humanidad el umbral mínimo de fecundidad. En España y otros países la
población se reducirá a la mitad en 2100. Eso, según algunos, alimenta al
populismo autoritario, cuando necesitamos inmigración regulada ante una
sociedad envejecida.
Vale recordar lo que sucedió en la época de Malthus a principios del siglo XIX,
cuando la población mundial acababa de cruzar los mil millones, y advirtió que una
hambruna masiva era inevitable. Además, Paul Ehrlich, hace apenas una
generación, vendió millones de copias de su libro “The population bomb” que
predecía muertes masivas a causa de la superpoblación mundial. Ahora ya
sabemos que el peligro es el contrario: el colapso de la población.
Lo explica con claridad el experto J.K. Lund a principios de este mes en la revista
Lianeon. Donde dice que la tasa de fecundidad mundial alcanzó su punto máximo
alrededor de 1965, con poco más de cinco hijos por mujer. Desde entonces ha
estado en constante declive y ahora se ha reducido a solo 2.3. El umbral mínimo
es de 2.1. Más de la mitad de la población mundial vive ya por debajo del nivel de
reemplazo.
Esto lo corrobora además un equipo de investigadores del Instituto de Métricas y
Evaluaciones de Salud (IHME) de la Universidad de Washington, que publicó un
estudio en la prestigiosa “The Lancet”: en 23 países, entre los que se encuentran
España, Italia, Japón y Tailandia, la población se reducirá a la mitad para 2100,
según las proyecciones del estudio.
Advierte que el mundo no está preparado para una caída dramática en el número
de nacimientos, un fenómeno que tendrá un impacto traumático en las
sociedades, con muy importantes derivaciones políticas.
Brink Lindsey nos advierte que una vez que la población de una ciudad o un
pueblo comienza a envejecer, se produce una espiral muy peligrosa, con la caída
de ingresos fiscales y el desempleo, con lo que esas sociedades son “un semillero
de populismo autoritario”.
Por otra parte, un análisis realizado por Brookings Institution, señaló que en la
mitad de los condados de Estados Unidos que se despoblaron durante la década
de 2010, el presidente Trump ganó con un asombroso 90% de los votos.
La gente de los pueblos moribundos ve desaparecer su forma de vida y anhela
recuerdos nostálgicos y falsos. Entonces les prometen “hacer grande América de
nuevo” y promueven prohibiciones a la inmigración. Ya sabemos que todo terminó
asaltando el Congreso.
Por ello, la salida es justo la contraria: una política de inmigración ordenada que
renueve a una población envejecida. Los países mejor adaptados a la inmigración,
como es el caso de España, entre otros, que tiene 6 mil 300 personas de origen
extranjero, muchos de ellos de la misma lengua y parecida cultura, lo que
representa una importante ventaja.
Una primera conclusión que se puede obtener de esto, Es imprescindible crear
una política de inmigración lúcida y ordenada a nivel mundial, especialmente
para la inmigración ilegal, la cual que origina terribles desastres humanitarios en
todo el mundo.
Aunque suene seguramente utópico, es necesario a escala mundial que las costas
y fronteras no deben ser tumbas para miles de personas desesperadas.
Y bien dijo alguien:
“Deberíamos saber que todos navegamos en una patera
llamada planeta Tierra”.
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