¿Cuál es el valor agregado de una mentoría?

Si queremos conocer la definición literal que un diccionario nos dice sobre la mentoría, el mismo la
define como “Práctica de enseñanza y aprendizaje que se lleva a cabo con la asesoría y guía de una
figura conocida como mentoría”.


Después de muchos años brindando mentorías, de manera consciente y enfocada; siendo testigo
de los cambios generados por parte del aprendiz; en donde, no solo tienen que ver los
comportamientos, si no también las emociones, logré llegar a mi propio significado.
Para mí, es el arte de guiar, de acompañar a la persona en su desarrollo profesional y también
personal; es escucharla; ser empático y abrazar sus miedos, desesperanzas y frustraciones como si
fueran propios; con el objetivo de, sin soltarla, hacerla renacer.


Cuando nacemos, el primer acto-reflejo innato que manifestamos es el de llorar, para llenar los
pulmones de aire. Parecería que deberíamos también haber nacido con la capacidad de
adaptarnos a ambientes que, si bien pueden ser hostiles o no, generalmente están llenos de
personas que intentarán: enseñar, criticar, demostrar, humillar, competir, liderar, abusar, apoyar,
etc. Como es obvio, me refiero a una organización o empresa.


El común de las personas intentamos adaptarnos lo más pronto posible, puesto que queremos
demostrar que somos capaces; sin embargo, muchas veces esto repercute en nuestras emociones.
Miedo, frustración, estrés, ansiedad y cansancio. Dejamos de aprender, de desenvolvernos
naturalmente y no logramos manifestar eso que intrínsecamente somos: seres positivos, creativos,
persuasivos, agentes dispuestos al cambio, grandes estrategas y conciliadores, entre muchos otros
rasgos más.


Hace mucho tiempo me convertí en líder de varios equipos, aprendí negociaciones, ganar – ganar y
logré posiciones en donde la toma decisiones delicadas era indispensable.
Décadas más tarde, me puedo reír de lo que llegué a construir sobreponiéndome a muchos
obstáculos, sin embargo, cuánto malestar me hubiera ahorrado si hubiera tenido un mentor de
liderazgo, una asesora financiera, un asesor de imagen, un coach de vida y muchos otros expertos
a quien hubiera podido acudir y gritar por ayuda.


Las cosas finalmente han cambiado y empieza a ser aceptable el hecho de que somos humanos y
estamos vivos, y como personas que somos, pasamos por distintos estados mentales que oscilan
entre lo positivo y negativo, la tristeza y euforia, la frustración y el entusiasmo, la esperanza y la
desilusión.
Las personas están más conscientes en que, si realmente quieren despegar y no volver a tocar
piso, necesitarán de un par de ojos exteriores que los ayuden a aterrizar sus ideas, crear nuevas
estrategias, observar y desarrollar su propio liderazgo, detectar y minimizar sus áreas de
oportunidad.


Observar-te. Probar-te. Creer-te. Ayudar-te.

Y es que, comúnmente, la inseguridad no va ligada a falta de conocimientos técnicos, sino a la
manera en que nos comportamos (o no) dentro de la organización o del equipo, entender a la
empresa, a sus líderes, trabajar en equipo; ¡impulsarlo, motivarlo, y un largo etcétera!
Las personas necesitamos ser capaces de entusiasmarnos y sobre todo transmitirlo a la
organización; ser ejemplos, guías y, además, ser congruentes.


Las empresas también están cada vez más abiertas a brindar a los empleados herramientas para
su crecimiento, y es que ¡es imperioso modificar conductas, apoyar al factor humano y replantear!
prioridades que traigan éxitos de manera bidireccional!


La mentoría, además de transmitir conocimientos técnicos, transmite experiencias de vida que
transforman vidas. ¡Los mentores nos convertimos en brújulas, faros, maestros, psicólogos,
tanatólogos, gestores de emociones positivas y negativas, guardianes y guerreros que protegemos
a nuestro aprendiz!


Además de todo lo anterior, me gusta añadir un ingrediente más a mis mentorías. Ellas son la
conexión a un compromiso social. La responsabilidad que tenemos como mentores de transmitir
conocimiento, a través de nuestras habilidades, para inspirar al aprendiz a desarrollar las suyas,
tienen que ser de alto valor, de tal manera que el aprendiz decida también ser un ejemplo, que
logre inspirar a más y más personas.


¡Así que, si aún tienes dudas, atrévete a ser un mentor o un aprendiz!

Por: Dr. Francisco Suárez Hernández. Director de Asuntos Públicos y Relaciones Estratégicas FEMSA y Asuntos Corporativos Negocios Estratégicos y División Salud. Ex Presidente del Consejo del World Environment Center.

Correo electrónico: francisco.suarezh@gmail.com

Karen Schmidt

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