Rompiendo Paradigmas.
“Al que madruga Dios lo ayuda”
“Entre más tiempo pases en la oficina, mayor reconocimiento tendrás” “En esta vida tenemos que sacrificar muchas cosas para poder alcanzar nuestros sueños y vivir cómodamente… después.”
“Si no sufriste, no aprendiste”
“Así como yo aprendí a golpes, ahora te toca a ti… ni modo, así es la vida” “No puedo descansar ahora, cuando esté muerto lo haré”
¿En qué momento nos creímos estas palabras considerándolas “valiosas, sabias, correctas, certeras, obvias, palpables, incuestionables, irrefutables, inequívocas y sobre todo reales?
¿Cómo es que hemos vivido subyugados a nosotros mismos, castigándonos y creyéndonos un cuento contado por personas (posiblemente masoquistas) y ciertamente también muy engañadas?
¿Cómo dejamos a nuestra mente engañarse por falacias irracionales? y, sobre todo, ¿Cuánto tiempo pasó o tiene que pasar para desengañarnos de estas frases trilladas y completamente carentes de realidad?
KAREN SCHMIDT
¿Por qué los humanos somo tan capaces de hacernos tanto daño?
Es cierto que a muchas personas nos sucedió (y de ahí mi reflexión) que cuando comenzamos nuestra carrera profesional nos encontrábamos sedientos de experiencias y de oportunidades.
Estábamos llenos de energía para innovar y destacar. Generalmente sacrificábamos nuestra vida personal por los compromisos profesionales. Nos “deleitábamos” del sabor del estrés del trabajo.
Estas ansias de ganarnos un lugar, ser reconocidos y de ser testigos de situaciones reales donde se habla de estrategias, proyecciones y casos trascendentales en la empresa, se volvió una prioridad y una manera de vivir.
Así se nos va la vida; primero somos pasantes, coordinadores, gerentes, directores… y en este transcurrir aceptamos y normalizamos el hecho de trabajar trece horas diarias (a veces muchas más). En ese camino, que de cierta forma es encantador, aprendimos a vivirlo VELOZMENTE y sin mucha calidad; partidos en miles de pedazos entre: trabajo – familia; trabajo – amigos; trabajo – trabajo; niños- trámites; casa y trabajo - trabajo.
Y así, cuando, en un parpadeo nos damos cuenta de que, hayamos (o no) alcanzado algunas de nuestras metas, tenemos más de 40 y varios nos cuestionamos acerca del propósito de nuestra existencia, nuestras prioridades y comenzamos a considerar la importancia del “balance de vida”.
El sano y valiente ejercicio de enfrentarnos a nosotros mismos y preguntarnos si queremos seguir viviendo de esta manera agitada, veloz y muchas veces solitaria los próximos 20 años, a muchos nos hace cuestionarnos y llegamos a la conclusión de que, a pesar de que el trabajo es importantísimo, queremos volver a compartir tiempo de calidad con nuestros padres y escuchar sus historias de vida, contemplamos la idea de escribir un libro o de pasar tiempo descalzos en el jardín; ver cómo la vida se transforma de estación en estación.
¿Cuánto desearíamos aprender a vivir libres de nosotros mismos, de nuestros deseos incontrolados, del juicio auto infligido, de quitarnos de la lupa y tener menos expectativas?
Pero ¿Qué entendemos por balance de vida? Para todos es diferente. Para mí, es hacer todo aquello que nos lleve al equilibrio entre el trabajo, estudios y vida cotidiana. Es todo aquello que nos hace felices, que nos construye, que nos hace sonreír y sentir un corazón cálido.
Es atreverte a hacer cosas diferentes y aprender a disfrutarlas. Es aprender a estar con personas con quienes no queremos estar y aprender a escucharlos. Mirar para dentro y aprender a acompañarnos y aceptarnos. Es ver las cosas en perspectiva de acuerdo con nuestras prioridades.
Es observar nuestra vida y atrevernos a renunciar a todo aquello que no nos satisface. Es preguntarnos si nuestra existencia humana tiene algún sentido.
A estas conclusiones y muchas otras se llega cuando dejamos de distraernos con tanto ruido, compromisos y responsabilidades. ¡Defendamos nuestro equilibrio, nuestro balance de vida y salgamos de esa jaula auto impuesta!
Sin duda, el equilibrio no está peleado ni pone en riesgo nuestro trabajo, sino que es fundamental para nuestro desempeño profesional y nuestra salud física y emocional.
El balance de vida nos da felicidad y nos llena de energía positiva que se refleja en todos los aspectos de nuestra vida...
Reflexionemos...