¿Cuántas veces hemos dejado de dar importancia a las cosas pequeñas? Ya sea porque son
pequeñas en tamaño, pequeñas en cantidad, pequeñas en valor...
¿Cuántas veces has concluido que aquellas pequeñas cosas, en realidad, son las que mueven este
mundo? Seguramente, pocas veces…


La letra “e” por sí misma es solo una letra, una vocal, una línea retorcida que en dependencia de
su ubicación junto con otras consonantes tiene diversos significados, también se utiliza para
sustituir la “y” como conjunción copulativa y evitar el hiato…


Por su propio lado, la letra “e”, es, efectivamente, insignificante. Pero ¿qué ocurre cuando la
utilizamos, junto con otras letras, para formar palabras como, por ejemplo: entusiasmo, empatía,
ecuanimidad y espíritu?


Esta simple y llana línea retorcida se vuelve significativa. Da razón de Existencia, construye
relaciones, se vuelve Espiritual…


La letra “e” forma parte de la palabra Equidad, Entrega, Enamoramiento y dEsEo. Pero también la
hace del apEgo, EnEmistad, tristEza, tormEnto y torpEza.


Yendo un paso más allá, el conjunto de letras (simples y llanas), dan vida a palabras y enunciados
que se convierten en afirmaciones, interpretaciones, respuestas, y un largo EtcÉtEra…
A la letra “e” la encontraremos millones de veces en metáforas, poesías, en declaraciones de amor
y también de guerras.


Una cosa insignificante, de repente toma otra dimensión y se convierte, en ¡profundamente
significativo! -en dependencia del mundo interior de cada persona-. La mente se llena de
significado…


Algo insignificante transforma el universo, convierte lo convencional en divino; lo fútil y trivial en
fundamental y lo vulgar en extraordinario...


Utilizo a la “insignificante” y desdichada letra “e” como ejemplo de que nuestra vida está llena de
cosas que por su propio lado son absurdas y poco importantes, pero en conjunto, son capaces de
transformar el mundo entero.


Esas “pequeñeces” son tan valiosas que son capaces de revelar conclusiones espirituales, de salvar
la esperanza en el enfermo, de desnudar el alma -lo más íntimo que tenemos- y tocar lo profundo
de nuestro ser, y obtener respuestas de vida…


¡Pero un solo segundo es también “insignificante”!; sin embargo, 28800 segundos, pueden ser
apenas 8 horas de vida para un recién nacido, o las últimas 8 horas de tu propia vida. La vida

nunca se prolonga, siempre se está acortando y ese segundo perdido, se vuelve precioso, vital,
añorado y divino. Ese segundo, se llena de significado.


Solo aquellos que logran apreciar lo insignificante entienden que justo lo pequeño es lo que salva
nuestra vida de la desesperanza, de la decepción y de la triste nostalgia. 


Eso pequeño completa tu vida, la torna poderosa, intensa, la engrandece y la vuelve hermosa.
Porque aquellas pequeñas cosas que hacemos o transmitimos a los demás, son capaces de
cambiar mentalidades, los protege de la ignorancia y les provee estabilidad.


Pero al mismo tiempo, cuando no sabemos leer ni apreciar esas pequeñas cosas, -de las que está
hecho el mundo-, nuestra paz interior se vuelve precaria y se destruye. Desaparece. Nos
convertimos en seres retrógrados, egoístas e incapaces para entender que la felicidad no sé
encuentra en eso que queremos acaparar, en el amor que creemos merecer, ni en la importancia
de hacernos escuchar.


No hemos entendido lo significativo de lo “insignificante”. 


Lo insignificante se vuelve, ahora, significativo... Nuestro mundo se torna significativo…
Este texto tiene 412 “e” insignificantes, pero, en conjunto, espero que hayan servido para cambiar
tu momento presente.


¿Entendiste?

Por: Dr. Francisco Suárez Hernández. Director de Asuntos Públicos y Relaciones Estratégicas FEMSA y Asuntos Corporativos Negocios Estratégicos y División Salud. Ex Presidente del Consejo del World Environment Center.
Correo electrónico: francisco.suarezh@gmail.com

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